Entre la adquisición y el aprendizaje: conociendo a Krashen. PARTE 1...
- Alexis Esteban
- 26 dic 2024
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 27 ago
Conocer al profesor Krashen, su simple e innovadora metodología y poder tomar una de sus clases, se había convertido en todo un desafío y privilegio para mí.
Yo vengo de la “vieja escuela”, de memorizar largas listas de verbos y sus correspondientes formas, del diccionario amarillo con nombre de ciudad americana que se usa en el colegio. Sobreviví a interminables y aburridas clases de “inglés” en donde nuestra tarea principal era traducir canciones y textos pesados sin ningún sentido, además de esas largas y tediosas explicaciones de gramática que siempre terminaban en ejercicios desarrollados en un cuaderno. ¡Nunca hablábamos en inglés! Y obviamente, escuchar a alguien que intentaba hacerlo, era razón de pena y burla.
Por ello, al entrar a la universidad y ver que había otras formas de “enseñar”, hizo que mi interés girara alrededor de tomar una de “sus clases” y ser testigo de su innovador método de adquisición. Para ser honesto, nunca había escuchado sobre este término: adquisición, pero para este profesor era muy usual.
Al inicio, las sesiones eran muy desafiantes porque no había texto que seguir, ni cuaderno que llenar, éramos un grupo de perdedores frustrados y fracasados (en cuanto a lo de hablar inglés respecta) que estábamos invadidos de ansiedad y nerviosos, con los síntomas normales que se tiene al presentar un examen final. A la primera clase, llegamos con algo de conocimiento proporcionado por las aburridas traducciones y el diccionario amarillo, pero sin la valentía de pronunciar al menos una palabra en esta lengua. Fue bastante curioso ver cómo por medio de modelos, de mucha repetición e imitación, que el profesor Krashen nos iba haciendo parte de la conversación, él nos hablaba en inglés y nos motivaba a hacer lo mismo sin importar que nos equivocáramos porque a la luz de la verdad: ¿quién no ha cometido errores cuando habla, inclusive en su propia lengua?
El sentir que errar era aceptable en este proceso, me hizo entender que muchas veces no nos arriesgamos a intentarlo por el terror a hacerlo mal; aquí es todo lo contrario: si no me arriesgo y no me equivoco, no voy a comprender la importancia de corregirlo. Poco a poco, fuimos entendiendo que “la clase” se trataba más de fomentar una conversación real, espontánea y significativa, en lugar de llenarnos de conocimientos. Aceptamos que hablar inglés requería tiempo y constancia y no de 6 meses en el instituto, como dice la propaganda. Se trataba además de una retroalimentación (así era como el profe le llamaba a la evaluación) constante y continua, de acompañamiento… asimismo de apoyar nuestras deficiencias con actividades practicas que nos ayudaran a mejorar en dichos aspectos y no de aburridas tareas en una plataforma. Entendimos entonces, que la idea era desarrollar habilidades comunicativas, estar listos para qué hacer o qué decir cuando nos equivocábamos y cómo mantener una conversación, sin quedarnos paralizados cuando alguien nos habla en inglés, como venado asustado por las luces altas del vehículo que viene directo hacia él. Ustedes saben a lo que me refiero porque ustedes también han estado ahí… llenos de pánico en “la oscura noche” al escuchar a alguien que les “dispara” una pregunta intentando tener una conversación y no saber qué decir ni cómo actuar.
Finalmente, comprendimos que el hablar en otra lengua implica mucha práctica, ser constantes, aceptarse y ser muy pacientes, pues el saber algo no implica que se sepa usar… el saber no es sinónimo de actuar, el saber no es sinónimo de hacer…
Continúa en el siguiente blog...




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